CRECIENDO. EL CAMINO A NUESTRA SEGUNDA VEZ

>> jueves, 27 de mayo de 2010

Si desde “el comienzo” no estamos de acuerdo, como estarlo en “nuestra segunda vez”.

Habían pasado cinco años desde que me espetases ese sórdido y lacerante NO. Muchas cosas pasan en un lustro y sobre todo entre los 13 y los 18 años de vida. La más importante de todas se llama crecer. Y yo había crecido.

No fue de un momento a otro, muchos más NO siguieron a aquel, claro que el primero es el que duele, después fueron inocentes rechazos que no tardaron en fortalecerme y que obviamente llevaron a una segunda vez mucho más igualados y quizá hasta con ventaja para mi, pero eso lo dejaré a juicio de nuestros lectores.

Al principio me dediqué a estudiar la epistemología de aquellos NO, miraba películas de grandes conquistadores, y memorizaba aquellas frases que no podían fallar, claro que siempre caía en el mismo resultado aunque con mayores detalles: “NO, que cursi”, avances son avances me decía. Luego, me encontré estudiando el campo de batalla, y me sorprendía de aquellos que pasaban horas y horas hablándole a la chica y yo que no podía arrojar más de un “¿Bailas?”. La ropa era un tema importante, el Jean con la chapita en el bolsillo de atrás debía simplificarme las cosas, aunque nunca encontré la manera de que ellas lo notaran.

Después de varios intentos, concluí que los heroicos cow-boy no tenían asunto en esta época, y decidí cambiar de canal: MTV. Las estrellas de rock las volvían loca, el problema era que el pelo largo y tres aretes en cada oreja era algo que seguramente me condenaría al destierro del hogar paterno, definitivamente esta no era una opción.

Comencé a pensar que lo mío era un tema genético, claro que esta teoría se derrumbaba en cada reunión familiar donde todos mis ascendientes rememoraban sus conquistas. ¿Me habrían adoptado? Tratando de encontrar el origen de mis antepasados me pasaba horas revisando viejos álbumes de fotos y allí encontré el eslabón faltante: todos eran deportistas. Entonces me hice deportista, y descubrí que era bueno y ellas comenzaron a notarlo, ah! el sabor del éxito.

Mi ego comenzó a crecer, ahora entendía a aquellos que pasaban horas hablando con una chica, no decían nada, solo las escuchaban asentían hasta que ellas se cansaban y avanzaban hasta la próxima base. Las frases que antes fallaban ahora eran las mejores que alguien pudiera decir nunca jamás y hasta tenía una novia estereotipada, rubia, bonita y nada inteligente, que engrandecía aun más mi popularidad.

Así, llegamos al momento dos. Otro baile escolar, pero esta vez con percepciones diferentes, el que estaba rodeado de gente era yo y ella iba de un lugar a otro, recuerdo que cruzamos miradas como desconocidos aunque claro ambos sabíamos quién era quién. Se acercó con un aire simpático a saludar a sus ex compañeros que ahora eran mis compañeros, y que obviamente querían conquistarle, aunque yo supe que no lo harían, me alejé un poco y los observé con aire superado, ella lo notó, y supe que lo nuestro acababa de comenzar. Pero eso es otra historia.

Read more...

La nebulosa de nuestra segunda vez

>> lunes, 24 de mayo de 2010

Estuve buscando en mis diarios de la secundaria algo que me hiciera recordar cuándo fue la segunda vez que te vi, o cuándo empezaste a gustarme, o algo... Pero no hay tanto como esperaba.

Mis recuerdos con vos no quedaron estampados en mi agenda plagada de stickers de chicles, cartelitos hechos por amigas o alusiones a las pruebas que tenía que rendir. Tampoco estabas escondido en mensajes subliminales ni en pequeños papelitos doblados con corazones.

De hecho, las anotaciones que tengo sobre vos carecen de romanticismo.

Los momentos que pasamos los tengo escritos en otro lado, en una de esas libretitas que no tengo que revisar para acordarme. Los recuerdos se pelean unos con otros por salir y se convierten en una masa casi indescriptible. Son casi como nuestra relación. Son confusos, porque hablan de que te quise pero mucho más de que te odié.

Sin embargo, a pesar de todos los impedimentos que el tiempo me puso, me acuerdo de cuando me invitaste a salir por primera vez.

Como yo ya me había cambiado al turno mañana, te solía ver a la tarde cuando iba a gimnasia y otra vez el destino había querido jugarnos una broma de mal gusto y te habían cambiado al curso que yo iba. Ahora eras compañero de mis ex compañeros.

Y evidentemente algo había pasado entre nosotros porque cada vez que iba a saludar a mis ex compañeros te buscaba con la mirada. O no dejaba de mirar para el curso cada vez que atravesaba el patio para ir a las canchas.

Una de esas veces que fui a gimnasia y que mis ex compañeros estaban en el patio, también estabas vos. Y casualmente me quedé….

Creo que tenían hora libre por eso estaban al lado del quiosco del patio de abajo. En total eran unos cinco, no recuerdo bien, pero si recuerdo que yo estaba sola.

Como siempre, fuiste fiel a tu alma de matón macho y desafiante y estuviste tirándome dardos para ver si yo podía contestarlos, y por supuesto, lo hice de la forma más agresiva posible. Y mientras divertíamos a los demás con nuestras tonteras y agresiones enmascaradas tuve la seguridad de que ibas a llamarme para salir.

Y así fue. Creo que me llamaste esa misma noche, o al día siguiente. Pero esa vez no fuiste ni agresivo ni matón. Y de esa llamada debe haber pasado exactamente hace 17 años, porque era mayo, y vos esa semana cumplías 18.

Read more...

Cuando te conocí…

>> jueves, 13 de mayo de 2010

Estoy casi un 100% segura que voy a decir que te conocí un día distinto al que vos vas a contar, pero no creo que sea la primera vez que demos dos versiones distintas de lo mismo.

La primera vez que te vi fue un lunes en un recreo, después de la fiesta de bienvenida del colegio. Tu papá era mi profesor de matemáticas y mis compañeros le dijeron que una de las chicas del curso había estado bailando con su hijo en la fiesta. Evidentemente te contó, porque apareciste en el aula preguntando quién te había visto bailar con la fiesta y quién era la chica.

Cuando te pusieron a la chica en cuestión adelante tuyo, te reíste burlonamente y dijiste que ni la conocías. Y así como entraste, rápido y escandaloso, te fuiste.

Por dos cosas me acuerdo de ese momento. Una, porque estaba muy interesada en saber quién era el hijo del profesor. Y dos, porque soy chusma por naturaleza y quería saber con quién había estado mi compañera.

Me acuerdo que me pareciste un rubiecito histérico, maleducado y matón, y me llamó la atención que no te parecieras en nada a tu papá, con quien ya tenía una relación especial culpa de ser “la hija de”. Un condimento bastante interesante en esta historia.

El primer día de clases lo conocí a tu papá. Un tipo morocho, con cara recia, muy pulcro y con su maletín de cuero negro brillante, limpio hasta la exageración, donde traía sus propias tizas e implementos.

Apenas entró al aula le tuvimos miedo. Caminaba como un militar y tras saludarnos en tono marcial, se dirigió al escritorio, dejó su maletín y lo abrió para sacar una franela, con la que limpió el asiento. Una vez en su lugar tomó la lista de alumnos y empezó a llamarnos por nuestros apellidos. Y cuando llegó al mío, levantó la vista por primera vez del papel y repitió el apellido. Y me preguntó“¿Usted es hija de Octavio?”, “Si, es mi papá”, contesté divertida, “¿lo conoce?” y ahí él pareció divertirse, “Si, a él y a su hermana… se parece bastante a ella, espero que no sea tan revoltosa”, agregó. En ese momento la carcajada de mis compañeros cerró la charla.

Después mi tía me contó la historia. Y yo ahora le cuento la nuestra.

Aunque me reservo los detalles de la primera vez que salimos y cuando me viniste a contar que te ibas a casar. Pero eso lo dejo para otros posts.

Read more...

El COMIENZO, LA DERROTA DEL REY.

Toda historia tiene un comienzo, esta no es excepción, sin embargo mi “comienzo” no coincide con el de ella, entonces para no entrar en largas discusiones lo haré desde mucho antes, el inicio de la década de los ´90, coincidente con el inicio de mi vida adolescente.

Yo venía de una pequeña escuela primaria, donde en 7º grado estaba en la cima de la ola, los pequeños de 6 años te erigían como su rey y las pequeñas que aun jugaban con Barbie te nombraban Kent, pero las olas no pueden evitar su destino, morir en una playa. La mía se llamó Escuela Secundaria.

Una escuela enorme, cuyo nombre coincide en apellido con un famoso caudillo mexicano, en la que mi padre enseñaba Matemáticas, y en la que coincidencias de destino, ella era su alumna. En tanto, el rey derrocado a ojos de cualquiera, parecía un niño, al de todos menos a los míos, es que si bien el espejo mostraba la imagen de un mozuelo de 12 años, que aún no se afeitaba, yo veía un soberano monarca que tenía un reino mayor por conquistar, sueños megalómanos, que al igual que las olas no tardarían en romperse.

Era tradicional el baile de bienvenida a los alumnos del primer año. Se organizaba con detalle y era la primera gran salida para los nuevos adolescentes. Se hablaba toda la semana del tema en el aula, lugar donde muchos reyes derrocados conciliaban alianzas y estrategias, y entre ellos no tardé en encontrar un fiel guerrero dispuesto a seguirme hasta las mismas puertas del infierno, y allí iríamos a recuperar nuestro reino.

Me atavíe con mis mejores ropas, me perfumé en la cara como había visto a mi padre hacerlo, me miré al espejo y me di una mirada seductora, estaba listo, la victoria se aproximaba, pronto el reino volvería ha estar dominado.

Cuando entré en el inmenso salón, tuve el presentimiento que algo no andaba bien, nadie bailaba en fila como yo había visto en los “asaltos” que hacíamos en el garaje de casa, era todo un caos, las chicas parecían no reparar en mi y estaban más altas que yo, y los chicos parecían tener el pelo mojado, y el mío que era ondulado no tenía ese aspecto ni aún cuando salía de la ducha, no obstante no deje que esto me desalentara, entré a un baño abarrotado de gente, donde el humo del cigarrillo me intoxicaba, me moje los moteados rulos, eché una recia mirada a mi fiel guerrero y le dije “salgamos”, para ese entonces una docena de “gladiadores” nos rodeaban.

Allí nuestras miradas por primera vez se cruzaron. Ella estaba rodeada de amigas, parecían estar pasándola bien. Me acerque disimuladamente. Ella se dio vuelta y miró para abajo, allí estaba yo. Tenía todo muy preparado, sabía que decir pero más aun, estaba seguro que no fallaría, la miré como lo había practicado, y lancé la estocada, directa, al corazón. “¿Bailas?”.

Ella pareció estudiarme. Volvió a mirar para abajo, lo pensó, dudó y finalmente sonriendo respondió. Entonces, sucedió. La ola rompió violentamente y se desintegró en la playa. El "NO", claro, conciso, concreto terminó de herir mortalmente a ese rey, que esa noche había perdido la última de las batallas.

Una derrota que traería infinitas consecuencias en el futuro, sin embargo eso ya no es parte de “EL COMIENZ0".

Read more...

  © Blogger template Simple n' Sweet by Ourblogtemplates.com 2009

Back to TOP